La escritura

Estimado lector:
Alguien dice que para escribir, sólo hay que traducir el sonido, amontonando letras, que denominaremos palabras. Se pueden prescindir de las ideas, las historias, diálogos o todos esos detalles superfluos del género literario.

Citemos el caso particular de las escrituras halladas, en los llamados por el grueso de la sociedad, “baños públicos”. En pocos de ellos encontraremos tratados de filosofía o manifiestos vanguardistas, en su mayoría, nos encontramos con un género específico, con una narrativa determinada y única. Las palabras de este género, estimado lector, pertenecen a un sub-grupo, denominado: léxico de cloaca, malas palabras, barbaridades, puteadas, majaderías, etc.
El espacio físico contextual, de las nombradas anteriormente, es más que relevante. Analicemos brevemente, qué es, conceptualmente un baño.
Luego de discriminar ciertos parámetros comunes a todos los baños, podemos afirmar que, esos lugares específicos, son utilizados por los seres humanos para secretar o expeler determinados componentes de su organismo que, social y psicológicamente son señalados como asquerosos, repulsivos y desagradables. La expulsión fuera del organismo, de los mismos, genera relativa sensación placentera, como lo demostró Freud, al cagarse sobre determinaciones dogmáticas de alma y espíritu.
Tomando esta premisa como una verdad absoluta, podríamos llegar a una apresurada conclusión, en la que relacionando el aspecto fisiológico con el aspecto psicológico, podríamos decir que existen ciertos pensamientos, que por crudeza, léxico o contenido, se identifican con las secreciones fisiológicas, que se expulsan en los baños y su exteriorización también produce un determinado placer y que mejor lugar para hacerlo que en un baño.
Temiendo de segregar, como lo hacia en su primera infancia, el individuo contiene, refrena y reprime, hasta el momento indicado, en el lugar determinado, donde libera sus verdades más profundas.
Nuestra sociedad, históricamente sufrió de estreñimiento mental, que ni los más sofisticados yogures o las colmadísimas cucharadas de vaselina, pueden acelerar el transito. En la última historia de “Las puertitas del Sr López”, el protagonista no huye hacia la fantasía, sino que entra al baño de su trabajo y escribe en una de las paredes, un grito sofocante, que indica, no una postura a favor de P, sino que es, en cierta medida, una bandera de antonomasia, de lo que era lo opuesto de P.
En los festejos del campeonato de mundial de fútbol, realizado en un país caído del mapa, los gritos enfervorizados, taparon tantos otros gritos. La noche en la que se alzó la copa y millones vitorearon, el nombre de aquel país, un hombre de hombros estrellados, saco de un poso, a una mujer que estaba perdida y nadie podía hallar. La llevo a festejar a un restaurante la gran victoria, en cierto momento ella fue al baño, trato de explicar que realmente no estaba perdida, que "estaba", pero los oídos sólo comentaban las tácticas de juego, resultados de otros partidos o señalaban la historicidad de la competencia deportiva, la mujer, luego de tratar de libertar sus verdades, en los pasillos del restaurante, llego al baño y con un lápiz labial escribió esa verdad que se debía reprimirse a toda costa y que no podía ni leerse.

En un baño, no hallaras tratados de física cuántica, ni argumentaciones teóricas que analicen la sociedad de consumo, en la era neocapitalista burguesa. En los baños se hace, lo que no se hace en ningún otro lugar, también se dice lo que no se dice. Ya sean absurdas expresiones que indiquen la inclinación sexual de equipos de fútbol, de básquet, rugby o vóley; o poesías escatológicas; o algo mucho más importante, la verdad que no se dice, la que se guarda y estremece las tripas.


Imagen tomada por unanena en un baño de Constitución

No hay comentarios: